4.1.08

VICENTE HUIDOBRO (Biografia)



Vicente Huidobro(1893-1948)
Nacido en el seno de una familia de acusada tradición literaria -su madre eraescritora-, pronto mostró el joven Vicente una notable inclinación hacia lacreación poética, plasmada cuando sólo tenía doce años de edad en lasprimeras composiciones que dio a conocer. Este talante creador, estrechamenteligado a su espíritu iconoclasta, le llevó a rechazar, en un manifiesto que hizopúblico cuando aún era adolescente, cualquier forma de poesía anterior.Decidido a abrirse camino en el mundo de las Letras, rechazó también lareducida atmósfera literaria chilena para trasladarse a París en 1916, dondeparticipó en todos los movimientos vanguardistas que por aquellos años florecían,y vertiginosamente se agostaban, en la capital francesa; allí pudo empezar apublicar sus primeras colaboraciones en algunas revistas tan significativas comoSic y Nord-Sud, y entablar relaciones con las principales cabezas de laVanguardia europea, como los surrealistas Guillaume Apollinaire y PierreReverdy, con quienes colaboró en la fundación de una de las publicacionesrecién citadas (Nord-Sud). Sin embargo, y a pesar de esta estrecha colaboraciónen los comienzos de su andadura literaria, Vicente Huidobro pronto sedistanció voluntariamente de los postulados surrealistas, ya que en su particularconcepción de la creación artística no cabía la máxima de que el artista era unmero instrumento revelador de los dictados de su inconsciente.Esta ruptura con el surrealismo le animó a plantearse la validez de todas lascorrientes vanguardistas que había conocido de primera mano. Así, rechazótambién las propuestas del futurismo, pues tenía el convencimiento de que elfervor manifestado hacia la máquina se apagaría en cuanto el hombre su hubieraacostumbrado a los adelantos del progreso técnico. El sucesivo rechazo detodos los postulados estéticos de la Vanguardia llevó a Vicente Huidobro acrear su propia corriente, bautizada como Creacionismo, en la que situaba alcreador artístico a la altura de un demiurgo capaz de insuflar a su creación unaliento vital tan poderoso que se podría medir, incluso, con las creaciones de lapropia Naturaleza. Así, para Huidobro y el resto de los creacionistas que inmediatamente cerraronfilas en torno a estas propuestas tan originales como transgresoras, el artista nodebía limitarse a reflejar la Naturaleza, sino que debía mantener con ella unaespecie de competición en la que podía mostrar el vitalismo de su propia obra.Lógicamente, esta concepción del arte en general (y, en el caso del propioHuidobro, del hecho literario en particular) llevaba aparejada la necesidad decrear nuevas imágenes, tan coloristas como animadas e sorprendentes, eincluso, un novedoso lenguaje poético capaz de romper con todos los niveles dela lengua y generar también su propia sintaxis; de ahí que la yuxtaposición (deoraciones, vocablos o sonidos extrañamente puestos en contacto) se convirtieraen una de las características más acusadas del Creacionismo, al tiempo que laslargas secuencias y enumeraciones de palabras y sintagmas contribuyerandecisivamente a dar al poema esa apariencia de objeto aleatorio, mera creaciónde un dios absorto en las posibilidades estéticas del material con que moldea suobra. Con estos presupuestos estéticos, Vicente Huidobro se presentó en Madrid en1918, donde fundó un destacado grupo de poetas creacionistas consagrados a laelaboración de textos que seguían fielmente los postulados del ya respetadomaestro chileno. Por aquel entonces ya era un poeta fecundo, que arrastrabatras sí una interesante producción literaria: seis poemarios impresos en su paísnatal (Ecos del alma, La gruta del silencio, Canciones en la noche, Pasando ypasando, Las pagodas ocultas y Adán), uno aparecido en Buenos Aires (Elespejo de agua) y otro publicado en París (Horizon Carré). Así, no es de extrañarque en Madrid las imprentas y editoriales compitieran entre sí por llevar a lostórculos las últimas creaciones de Huidobro, competición que enseguida arrojósus frutos en forma de cuatro nuevos poemarios (Poemas árticos, Ecuatorial,Tour Eiffel y Hallali).De retorno a París, Vicente Huidobro continuó su febril proceso de creaciónpoética, ahora enriquecida con una curiosa aproximación al géneronarrativo-cinematográfico, la novela-guión Cagliostro, de 1921. La sucesión detítulos detallada más abajo (vid. el apartado "Obra") da buena cuenta de lacapacidad y la fecundidad creativa de este poeta durante la década de los añosveinte. Alrededor de 1930 fue cuando dio los toques finales a sus dos obrascumbres, dos poemarios que, desde el momento mismo de su aparición estabanllamados a situarse en los puestos cimeros de la literatura universal. Por aquel entonces, Huidobro estaba en el apogeo de su fama, y gozaba deléxito obtenido por su novela fílmica Mío Cid Campeador (1929), en la que elpropio poeta, que alardeaba de ser descendiente de Rodrigo Díaz de Vivar,identificaba su relación amorosa con Ximena Amunátegui como unareencarnación moderna de la pareja formada por El Cid y Doña Jimena. La peripecia que había dado lugar a esta unión no puede ser más rocambolesca:en 1925, coincidiendo con su regreso a Chile y su fracaso en el intento de tomarparte activa en la política de su país (llegó a presentarse como candidato a laPresidencia), el gran poeta conoció a Ximena, una joven estudiante de quinceaños de edad, por la que abandonó a su mujer (con la que llevaba casado másde quince años) y a sus hijos. Ximena no sólo era menor de edad, sino hija de unpoderoso prócer chileno, quien se opuso tajantemente a su unión con el poeta.Huidobro marchó entonces a París, cerró la casa de Montmartre donde habíaresidido con su familia, y se trasladó a Nueva York, donde cosechó algún éxitocomo escritor de guiones cinematográficos. Pero en 1928, cuando Ximena Amunátegui acababa de alcanzar la mayoría deedad, el poeta viajó a Chile, la raptó a la salida del Liceo y se marchó de nuevo aParís, en donde la feliz pareja se instaló en el barrio de Montparnasse. Fueronaquellos unos años de plenitud amorosa y creativa para el poeta, quien, despuésdel mencionado éxito de su versión del Cid, decidió retomar un largo y ambiciosoproyecto en el que había empezado a trabajar diez años antes. Se trata deAltazor o el viaje en paracaídas, la obra cumbre del Creacionismo universal, quejunto con Temblor de cielo (acabado también por aquellas fechas), constituye elmayor legado de Huidobro a la poesía de su tiempo y, sin lugar a dudas, una delas fuentes que con mayor generosidad habría de surtir a los poetas venideros.A finales del siglo XX, después de que las corrientes estéticas hayan virado porcentenares de derrotas diferentes, el valor poético de Altazor y Temblor de cielosigue siendo incalculable. Bien es cierto que una parte de la crítica, aquella quereacciona anacrónicamente contra los postulados vanguardistas, sólo ve enHuidobro una especie de ingenioso prestidigitador que juega con las palabrascomo si de objetos malabares se tratasen, sin conseguir dar a suscomposiciones sentido alguno; pero la mayoría de los estudiosos del fenómenopoético aún se deslumbra con las imágenes, la vivacidad, la invención y laheterodoxia inconformista y novedosa de este gran rebelde de las letrashispanas, quien supo mantener su vigor creacionista hasta en el epitafio que dejóescrito para su lápida: "Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar".