10.6.08

ILUMINACIONES II

Cuando los sueños nuevos perecen
y aún una rosa abierta se mece frente a tu puerta
con la fuerza de una imagen primordial,
pienso que la rosa tuvo una mejor vida que la mía.
La rosa es frágil como mis emociones
y a mi el amor y la agonía me dieron la verdad de su boca,
alegrías perversas en los ojos y júbilos del desorden.
(Mi vida a cambio de un instante de la vida de una rosa).
Yo quiero exhumar mis rosas rojas y los largos inviernos
llenos de mujeres con vestidos de tirantes con aberturas en las piernas que llegan donde quise
vellos ligeros para posar la palma de mi mano,
hombros, brazos y pechos descubiertos
con piernas que se extendieron desnudas
hasta el rosado animal indómito de su entrepierna.
Todas ellas están en mis manantiales subterráneos
y para verlas hay que creer en las hadas
y creer en el poder sin culpas y el amor sin dudas
y en la locura de querer hermanar la sensatez con los sentimientos.
La caligrafía de la memoria se parece a la esgrima:
pone apariciones, roba imágenes y toca el corazón.
Para encontrar las iluminaciones
hay que destrozar la realidad y arrebatarse la memoria,
hay que ponerse el traje de fatiga del impulso y el instinto
y entender que a esta edad todo mundo disfraza sus olores.
Hay que saber descansar en los brazos del Dragón
antes de que se marchiten las rosas.
Para encontrar las iluminaciones en los manantiales subterráneos
hay que convertirse en la presa y en el predador

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